Al final de la adolescencia empecé a descubrir el gusto por la lectura, lejos de los autores impuestos en los estudios de bachiller. Quizá por los profesores que tuve, que no supieron despertar en mí el interés por la rama de las letras, o la metodología empleada en sus asignaturas, provocaron que me decantase por las ciencias, aunque precisamente las matemáticas tampoco eran lo mío. Me gustaba la biología, la fisiología y temas afines y para nada me resultaba atractiva la historia, el latín o la filosofía.
Al margen de los estudios, como una forma diferente para llenar mi tiempo de ocio, dado que el deporte tampoco era de mi interés, con el tiempo empecé a contagiarme de la magia de la narrativa a través de las historias de Alberto Vázquez Figueroa o Isabel Allende. Me hechizaban aquellas novelas de aventuras y personajes que fueron el verdadero motor que me condujo hacia un mayor interés por la lectura como forma de entretenimiento y expansión de la imaginación. Poco después empecé a escribir, principalmente plasmando mis inquietudes e ideas de forma más ordenada de lo que sabía hacer verbalmente.
Por aquel entonces, era mucho más tímido e introvertido de lo que sigo siendo ahora, pero me encantaba observar el mundo y a las personas y reflexionar sobre nuestro entorno, creencias y actitudes, partiendo también del análisis de mi mismo, mis actitudes, pensamientos y sentimientos.
De aquellas observaciones o reflexiones, siempre fueron surgiendo diferentes ideas o puntos de vista que sigo pensando que pueden ser de utilidad reconocer y que igualmente son una invitación a cuestionarnos cuanto nos rodea, cuanto hemos creado.
Podría haberme decantado pues por el ensayo, pero en realidad prefería y prefiero mucho más la novela porque a su vez, creo que es un género más atractivo, ameno, menos técnico y que además, sirve para alimentar el tiempo de ocio.
Por otro lado, igualmente me gusta compartir todos aquellos pensamientos, preocupaciones experiencias, errores, aciertos y vivencias que pueblan mi mente, puesto que creo que igualmente podrían ser de utilidad para otras personas.
Leí también libros de autoayuda con los que pretendía ir puliendo mi carácter. Encontré autores muy interesantes como Paulo Coelho o Louise Hay, pero seguía despertando mayor interés la narrativa porque la consideraba más cercana y accesible. Así que intenté conjugar el género literario que me resultaba más atractivo con algo más que entretenimiento: la reflexión.
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