Estadísticamente hay más posibilidades
de ganar un concurso literario que ganar la lotería. Existen notables
diferencias: para ganar la lotería, hay que desembolsar una pequeña cantidad de
dinero poco antes, sin mucho más esfuerzo y a cambio se pueden conseguir gran
cantidad de millones, o si somos menos afortunados, también podemos ser
ganadores de cualquiera de los otros premios menores, pero en este caso,
siempre tendremos que competir junto a una enorme cantidad de aspirantes.
Por otro lado, si optamos por
presentarnos a un concurso literario, deberemos dedicar mucho esfuerzo previo
para la creación de una obra que presentar y los premios no serán tan considerables
como los de la lotería. Además salvo ganador y finalista, no hay muchos más
premios menores, pero en cambio, serán menos los aspirantes que los que
arrastra la lotería.
De cualquier modo, todo se mueve
por intereses y en ambos casos hay detrás un lucrativo negocio que genera
beneficios para los organizadores. El premio económico sólo es un modo de ganar reconocimiento y atención.
Presentarse a un concurso es una
buena forma de darse a conocer y poder destacar en una determinada materia. En
nuestro país, ahora parece que también están de moda los concursos culinarios. Y
uno se pregunta: ¿A qué se debe esta moda? Quizá con ello se pretende lo que en
su día se pretendió al organizar los concursos literarios: incrementar el número
de lectores, que obviamente se convierten en potenciales compradores de libros.
En el caso de la cocina, viviendo en un país que mueve mucho turismo pero en el
que no existe una importante cultura gastronómica popular, un concurso sirve
para generar ese mayor interés, valoración y reconocimiento del trabajo
realizado en la cocina, contribuyendo a crear unos consumidores más exigentes
en este campo. Con lo cual, quienes no se adapten a las nuevas expectativas de
estos consumidores “programados”, se irán quedando atrás. Como en todo cuanto atañe a la naturaleza humana, cuando son muchas las personas que quieren optar a algo y poco lo que hay para repartir, se generan nuevas formas de exclusión y esta bien puede ser una de ellas aunque en absoluto lo parezca.
Aún así, de vuelta a la
literatura, presentarse a un concurso literario puede ofrecernos la posibilidad
de darnos a conocer y arrancar una carrera literaria profesional. Quizá haya
bastantes aspirantes y el jurado ya tenga una línea a seguir más o menos trazada, pero como en la lotería,
siempre cabe la posibilidad de que a alguien le interese nuestro trabajo, que
aunque no gane, nos pueda dar interesantes valoraciones o recomendaciones.
De las recomendaciones que he
recibido, lo primero ha sido que dedicase mucho tiempo a leer y a escribir; que
nunca tirase nada de lo escrito; que dejase reposar bien una obra antes de
revisarla y poder presentarla a un concurso; que escribiese para revistas o
periódicos o cualquier otro medio que pudiese ayudar a darme a conocer; y en el
último concurso al que me presenté, también me dijeron que contratar a un
corrector profesional para que revise nuestra obra, va a ayudar mucho para que sea
elegida. Obviamente si nuestra economía es modesta, esta última acción, que sin
duda será la que mejor acabado le dé a una novela, no siempre es del todo
accesible. En una ocasión, hablando también con un reconocido autor que había ganado
una edición anterior del mismo concurso, siendo jurado de la edición siguiente,
me dijo que podía haber ganado cualquiera.
Así pues, por mi parte, con mis
medios, he optado por presentarme especialmente a un concurso literario en
particular. Sólo me queda acabar el trabajo que quiero presentar y esperar que
salgan publicadas las bases.
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