Resulta curioso, pero hay
temporadas en que las ideas no fluyen. Y por el contrario, otras veces son
desbordantes. En estas situaciones, también tengo la sensación que todos los
libros están escritos y yo sólo soy un cazador que coge las páginas al vuelo y
las compila formando una u otra novela.
En mi caso, como persona
aficionada a los emociones, esas páginas han sido escritas por los
sentimientos, las vivencias, las preocupaciones, los miedos y dificultades de
miles de personas. Y volando con las de muchos otros, también están las páginas
que mis propios sentimientos y vivencias escriben, como las de todo el mundo,
siempre con pequeños factores diferentes, pero al fin y al cabo, muy
semejantes. Yo sólo tengo que hacerme con ellas y darles una determinada forma
u orden.
Como cazador de esas páginas,
debo decir que yo a veces hago trampas y también alimento un determinado e
insignificante sentimiento que he podido atrapar al vuelo para que sirva de
reclamo a muchos otros sentimientos. Entonces necesito forzar cuanto voy
sintiendo para magnificarlos y así, vivirlos, creerlos y escribirlos. Es decir,
a veces tengo que hacer míos esos sentimientos. Pero esto no resulta tarea
fácil. También se debe decir que a veces esas páginas están ya experimentadas y
no se dejan cazar con facilidad. Además, como no podía ser de otra manera, en
esta tarea de caza, siempre se escapa algún perdigón que acaba hiriendo a los
del alrededor. Quizá sólo se trata de algún extraño estado creativo, en el que
entran en juego también los factores que conforman mi particular personalidad.
Sea como sea, para mí la tarea de
escribir comporta cierto análisis sobre el ser humano, porque como ya he
referido en anteriores ocasiones, aunque escribo por puro placer propio, como
reto personal o ejercicio mental, me gusta escribir no sólo para el disfrute
ajeno, sino también para inducir a la reflexión.
Ahora se ha abierto la veda.
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