En casa tengo dos escritorios, pero he de decir que no los
utilizo para escribir. No me resultan cómodos para esta tarea. Me castigan las
cervicales aunque regule bien la altura de la silla. Así pues, prefiero hacerlo
en la cama con un cojín a la espalda o en cualquiera de los dos sillones
reclinables que también tenemos, incluso en un poang.
Para esta tarea también dispongo de una bandeja acolchada
sobre la que colocar mi viejo pero inmaculado portátil en cualquiera de estos
sitios. Igualmente dispongo de unas gafas anti reflejantes y una lamparita que
conectar al puerto USB del ordenador para poder ver el teclado y no despertar a
quienes puedan compartir la cama conmigo.
Un elemento también muy utilizado es el móvil. Con él tomo
notas en cualquier momento y lugar, puesto que cuando vienen las ideas, hay que
atraparlas al vuelo si no quiero que queden en el más oscuro olvido. Estas
ideas a menudo son únicamente palabras sueltas, matices, líneas a seguir en el
desarrollo de la novela o frases desordenadas, sin sentido aparente pero que
tienen mucho a ver con lo que ya tengo escrito o lo que tengo en mente escribir.
Una vez pasados estos apuntes por el ordenador, pueden convertirse en párrafos
o incluso páginas enteras.
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