Buscando definiciones sobre la
pasión, podemos encontrar que es una emoción manifestada como un sentimiento
muy fuerte hacia una persona, tema, idea u objeto. Es una emoción intensa que
engloba el entusiasmo o deseo por algo. El término también se aplica a menudo a
un vivo interés o admiración por una propuesta, causa, actividad u otros. Igualmente
encontramos que es la afición vehemente hacia algo o la inclinación muy fuerte
de alguien hacia otra persona. En el primer caso, hace referencia a la
necesidad de hacer algo porque existe una fuerza interna que mueve al individuo
a hacerlo, sobre todo está vinculado con una vocación artística. En el segundo
ejemplo, la pasión está más bien asociada al amor y a la atracción sexual. Dos
personas apasionadas dejan de lado la racionalidad y se comportan de manera
emocional. En otras palabras, la pasión es liderada por el corazón y no por el
cerebro.
Atendiendo más o menos a
estas definiciones, yo me considero una persona apasionada en casi todo lo que
hago, pero aunque quizá sea movido por el corazón, también he de anotar que soy
bastante cerebral. Me gusta mucho reflexionar, pensar, analizar todo tipo de
situaciones, no obstante, en mi caso a menudo esto comporta tiempo y
tranquilidad para hacerlo puesto que es donde mejores resultados se obtienen.
En cambio, si no existe este tiempo para la reflexión, si es algo que a mi
entender requiere una reacción inmediata, es cuando las palabras son
atropelladas por mis nervios y quizá no me exprese de la mejor manera posible.
Aquí he de anotar que mi timidez también hace que sea una persona poco
decantada por la oratoria si no es un tema que conozca bastante bien.
Si rebuscamos un poco más
entre las definiciones, también podemos encontrar otras con una connotación más
negativa relacionada con el sufrimiento, pero aquí he de decir que este no es
mi caso.
La mayoría de las personas,
cuando hablan de ser apasionados se refieren al amor, al sexo, a la relación de
pareja. Ser apasionados está emparentado al corazón, al alma. Y cuando decimos
que a una relación le falta pasión, entendemos que esta empieza a marchitarse. Pero
más allá de una relación de pareja, la pasión es algo muy importante en
nuestras vidas. Sin apasionamiento los padres de las naciones no hubiesen hecho
sus contribuciones. El arte no existiría, los poetas, escritores y literatos no
nos hubieran legado sus maravillas. Historiadores y científicos no harían sus
aportes a la humanidad.
Si eliminamos la pasión
perdemos el disfrute de estar enamorados, la sensualidad y la voluptuosidad del
sexo, el goce de la belleza, la satisfacción de hacer el bien, el agrado y el
regocijo de crear, la dicha de luchar por la paz, la diversión, la ventura, la
felicidad.
Para ser claros, a mi parecer
tenemos que ponerle a todo cuanto hagamos en la vida tantas ganas o interés
como podamos ponerle, por ejemplo al sexo, a ver el fútbol o a comer dulces, es decir, las mismas ganas que le pondríamos a todo aquello que nos gusta mucho. Quizá haya momentos en los que el arrebato nos
lleve a una rápida acción desenfrenada, pero disfrutaremos más dedicándole
tiempo, sin prisas, con serenidad, pensando bien en lo que vamos a hacer o
estamos llevando a cabo. Si por el contrario no ponemos ganas a cuanto vayamos
a emprender, estaremos marchitos; nos perderemos el disfrute, no habrá ilusión
y no saborearemos la satisfacción, el placer y la felicidad que produce hacer
las cosas bien, con ganas, con ilusión.
Trayendo ahora algunas de las
connotaciones negativas de la pasión, es importante saber que si excluimos la
racionalidad, la pasión nos puede lleva al sufrimiento, al dolor, o peor aún, a
veces nos arrastra a un lado oscuro de ella: a la lujuria, al crimen
"pasional", a la desgracia y al infortunio.
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