Siempre he sido una persona
reservada que no ha destacado por tener numerosos amigos, pero a lo largo de mi
vida he ido con gente de toda clase, quizá buscando un grupo en el que encajar.
Así pues, en su momento frecuenté discotecas con amigos que tomaban drogas;
también llegué a ir en el coche de amantes de los “trompos” o la conducción en
modo “manos libres” o igualmente me juntaba con “kamikaces” de la bicicleta de montaña, e incluso me agrupé con los
“raritos de la pista de baile” o “asaltantes de huertos”.
Aunque eso forma parte de un
lejano pasado, rodando entre diferentes entornos y compañías, he de decir que no
se me pegó nada; no probé droga alguna, ni fumé, ni me emborraché, ni me
dediqué a conducir en modo suicida; tampoco me he dedicado a robar tomates, ni
a pintarrajear fachadas, ni a caminar como un vaquero orgulloso que escupe
tabaco. Lo cierto es que no encajé en grupo alguno, ni bueno ni malo, y con el
paso del tiempo, siguiendo con mi búsqueda, me inicié en el mundo del voluntariado,
también en diferentes entidades y ámbitos. Este voluntariado, además de
llevarme a conocer a mi pareja, me permitió acceder a una profesión en el
sector social y con esta, relacionarme con personas que suscitan numerosos
prejuicios entre quienes me puedan ver acompañado de ellas y sepan poco de mí y
de mi trabajo.
Está claro que en su ignorancia,
a la gente le gustan mucho los “chismorroteos”
y antes de preguntarme sobre estos “acompañantes” o a qué me dedico, o incluso
preguntarles a otras personas que puedan conocerme de manera más o menos
acertada, prefieren entrar directamente decirles
que me han visto ir con malas compañías o como también suelen decir, personas con “mala pinta”. Lo curioso es que
tarde a o temprano, acaban llegándome esos comentarios por un lado u otro. Por
suerte, a mi no me importa la imagen que en su desconocimiento puedan formarse
de mí, pero si me gustaría que supiesen que debajo de algunas de estas
apariencias menos decorosas, he conocido a personas de gran nobleza y honradez;
con una fuerza de voluntad digna de admiración; que son auténticos
supervivientes en una vida llena de toda clase de penurias. Esto puede
contrastar con esas otras personas engalanadas, con muy buena presencia y don
de palabra que quizá algunos también conozcamos y que en realidad son
auténticos sinvergüenzas, falsos, deshonestos, ladrones y explotadores. ¡En
fin! ¡Cosas de la vida! Y aunque sabemos que las apariencias engañan y muchos
promulgan a los cuatro vientos que la belleza está en el interior, parece que
siempre nos dejamos hechizar más por una buena imagen exterior que por lo que
una persona pueda ser en realidad.
Puede resultar triste este
comportamiento humano, pero también he de decir que yo tampoco soy perfecto y por
desgracia igualmente he de incluirme aquí, porque después de todo, también soy
una persona con mis prejuicios sobre la apariencia de las personas, aunque por
suerte, mi trabajo me ha dado la oportunidad de tratar de conocer mejor a las
personas antes de opinar y al menos no me dedico a estos “chismorroteos”.
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