UN TIPO ALGO TACAÑO
A veces me veo a mi mismo como una persona tacaña en tema económico o pienso que los demás podrían hacerse fácilmente esta imagen de mí, pero lo cierto es que mi economía familiar nadie la conoce mejor que yo y no somos una familia boyante de recursos. Es por ello que limitamos lo posible todo gasto que pueda salirse de lo cotidiano, dado que actualmente sólo trabajo yo en casa. Es cierto que teníamos unos pequeños ahorros de la época dorada en la que nuestra economía gozaba de mejor salud porque trabajábamos los dos, aunque en vez de destinarlos a cualquier capricho, ya decidimos que con este colchón queríamos dedicarles tiempo a los hijos y esta forma de crianza no se lleva demasiado bien si los dejamos en la escuela todo el día y los apuntamos al comedor escolar además de inscribirlos a varias extraescolares. Tampoco queríamos que nadie cargase a diario con ellos, porque al fin y al cabo nosotros decidimos tenerlos y cada cual tiene bastante con lo suyo. Así que con la maternidad, mi mujer se dedicó a la crianza y abandonó el mundo laboral, en primera instancia porque tampoco le concedieron un segundo año de excedencia para continuar haciéndose cargo del cuidado de la prole y tuvo que sacrificar su puesto de trabajo.
Sin ser una familia o una pareja que salga a menudo a comer o a cenar a un restaurante, ni tan siquiera de gama baja, o al cine de vez en cuando, o al bar a tomar un café, un refresco o unas tostadas, o que renovemos el vestuario,… nuestra economía sólo hace que menguar. Con el mantenimiento de un coche que ya tiene doce años y esperemos que dure otros tantos más, el pago de la hipoteca, seguros, luz, impuestos, gas, comunidad, dentista, teléfono y comida, ya no nos queda nada más con lo que permitirnos un extra. Es más, con todo esto ya entramos en cierto déficit. Podría ajustar el crédito de la tarjeta con la que he ido pagándome la ortodoncia y los implantes, pero no soy persona aficionada a los créditos y prefiero tener una cuota elevada para pagarlo pronto. Además considero que con la hipoteca y el dentista ya tengo suficiente y cuanto antes liquide el menor de estos, mejor, porque de hipoteca aún quedan unos años. De tenerlos, nuestros extras únicamente se limitan a comprarnos unas papas o unos bollos del supermercado algún fin de semana porque también somos de los que utilizamos la manta como único sistema de calefacción ahora que nos entra frío en el sofá, e igualmente nos movemos a pie todo lo posible y el coche lo utilizamos lo mínimo. Mi ordenador también va a cumplir 9 años y en las tareas de dibujo de los cuentos que tengo entre manos también va apurado. Pasa lo mismo con el móvil, que ya tiene más de tres años y al menos espero que sobreviva a la obsolescencia programada otros tantos más. Así que ya no tenemos mucho más por donde recortar si no es comiendo menos y eso que tampoco somos aficionados a la ternera, el cordero o los mariscos. Y aún tenemos suerte que la mayor parte del vestuario de nuestros hijos o incluso el mío se nutre de donaciones familiares y por el momento tampoco tenemos gastos de libros de la escuela, pero ellos van creciendo y tarde o temprano llegará.
Así que si alguien igualmente lo considera tras esta breve explicación, puede llamarme tacaño en voz alta, pero es algo que no me afecta lo más mínimo porque así es como esta mi vida y mi economía en este momento. Es más, como persona organizada que soy, tengo una detallada relación y planificación de ingresos y gastos mensuales y anuales de la que ni debo salirme y por ello tengo bien claro que si gastase más alegremente y sin tanto miramiento, la cuenta habría bajado mucho más de lo que lo ha ido haciendo a lo largo de estos últimos cinco años.
A veces me veo a mi mismo como una persona tacaña en tema económico o pienso que los demás podrían hacerse fácilmente esta imagen de mí, pero lo cierto es que mi economía familiar nadie la conoce mejor que yo y no somos una familia boyante de recursos. Es por ello que limitamos lo posible todo gasto que pueda salirse de lo cotidiano, dado que actualmente sólo trabajo yo en casa. Es cierto que teníamos unos pequeños ahorros de la época dorada en la que nuestra economía gozaba de mejor salud porque trabajábamos los dos, aunque en vez de destinarlos a cualquier capricho, ya decidimos que con este colchón queríamos dedicarles tiempo a los hijos y esta forma de crianza no se lleva demasiado bien si los dejamos en la escuela todo el día y los apuntamos al comedor escolar además de inscribirlos a varias extraescolares. Tampoco queríamos que nadie cargase a diario con ellos, porque al fin y al cabo nosotros decidimos tenerlos y cada cual tiene bastante con lo suyo. Así que con la maternidad, mi mujer se dedicó a la crianza y abandonó el mundo laboral, en primera instancia porque tampoco le concedieron un segundo año de excedencia para continuar haciéndose cargo del cuidado de la prole y tuvo que sacrificar su puesto de trabajo.
Sin ser una familia o una pareja que salga a menudo a comer o a cenar a un restaurante, ni tan siquiera de gama baja, o al cine de vez en cuando, o al bar a tomar un café, un refresco o unas tostadas, o que renovemos el vestuario,… nuestra economía sólo hace que menguar. Con el mantenimiento de un coche que ya tiene doce años y esperemos que dure otros tantos más, el pago de la hipoteca, seguros, luz, impuestos, gas, comunidad, dentista, teléfono y comida, ya no nos queda nada más con lo que permitirnos un extra. Es más, con todo esto ya entramos en cierto déficit. Podría ajustar el crédito de la tarjeta con la que he ido pagándome la ortodoncia y los implantes, pero no soy persona aficionada a los créditos y prefiero tener una cuota elevada para pagarlo pronto. Además considero que con la hipoteca y el dentista ya tengo suficiente y cuanto antes liquide el menor de estos, mejor, porque de hipoteca aún quedan unos años. De tenerlos, nuestros extras únicamente se limitan a comprarnos unas papas o unos bollos del supermercado algún fin de semana porque también somos de los que utilizamos la manta como único sistema de calefacción ahora que nos entra frío en el sofá, e igualmente nos movemos a pie todo lo posible y el coche lo utilizamos lo mínimo. Mi ordenador también va a cumplir 9 años y en las tareas de dibujo de los cuentos que tengo entre manos también va apurado. Pasa lo mismo con el móvil, que ya tiene más de tres años y al menos espero que sobreviva a la obsolescencia programada otros tantos más. Así que ya no tenemos mucho más por donde recortar si no es comiendo menos y eso que tampoco somos aficionados a la ternera, el cordero o los mariscos. Y aún tenemos suerte que la mayor parte del vestuario de nuestros hijos o incluso el mío se nutre de donaciones familiares y por el momento tampoco tenemos gastos de libros de la escuela, pero ellos van creciendo y tarde o temprano llegará.
Así que si alguien igualmente lo considera tras esta breve explicación, puede llamarme tacaño en voz alta, pero es algo que no me afecta lo más mínimo porque así es como esta mi vida y mi economía en este momento. Es más, como persona organizada que soy, tengo una detallada relación y planificación de ingresos y gastos mensuales y anuales de la que ni debo salirme y por ello tengo bien claro que si gastase más alegremente y sin tanto miramiento, la cuenta habría bajado mucho más de lo que lo ha ido haciendo a lo largo de estos últimos cinco años.
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