Hace poco hablaba de mi ajustada economía y si puedo parecer algo tacaño, pero también he de decir que pese a ello, eso no ha impedido que nos pudiésemos conceder algún capricho en casa, eso sí, únicamente ha sido posible a base de tarjeta de crédito pagando en cómodos plazos que no suponen un gasto adicional en nuestra economía. Con esta tarjeta estaba pagando la ortodoncia del dentista y algún implante, cosa inevitable si quería conservar los dientes en la boca durante algo más de tiempo. Era mi mujer la que esperaba un golpe de suerte o vender una casa cuya herencia comparte con sus hermanos para poder depilarse con láser más a largo plazo, pero los años han ido pasando y con la edad algunos de esos pelillos ya empiezan a tornarse blancos. Así que si pensaba hacerlo, tampoco era algo que pudiese postergar demasiado.
Por otro lado, en su día yo también sentí complejo por la cantidad de vello que poblaba todo mi cuerpo, que incluso llegó a provocar alguna burla de mis compañeros en el vestuario tras las sesiones deportivas de la escuela. Sólo con el paso de los años aprendí más o menos a aceptarme o a creer que lo hacía. Incluso yo mismo me permitía bromas con ello diciendo por ejemplo que si me pusiese un tanga fosforito, este no resultaría visible.
Fue mi mujer fue la primera en querer esquilarme y tras proceder a ello, quede maravillado de ver un cuerpo que en absoluto me parecía el mío. Como parte de un sensual juego de pareja, también me planteé la depilación y dado que el pelo del pecho ya adquiría el color de la nieve, antes de parecer un auténtico hombre de las nieves, decidí prorrogar algún tiempo la amortización que estaría pagando por los arreglos bucales al sumarle este capricho a los pagos hechos con la tarjeta de crédito.
Quizá el capricho de unos sea hacer un viaje en crucero, salir en la capitanía de las fiestas, comprarse un gran coche, desplazarse en un vehículo en vez de hacerlo a pie, renovar el mobiliario de la casa o una reforma de la cocina, ir de copas o a cenar los fines de semana, o a tomar café y desayunar todos los días en un bar, tener un móvil último modelo y con grandes prestaciones o incluso fumar en estos tiempos de recortes y subida de impuestos pero este fue nuestro deseo, nuestro capricho, obviamente en la versión más económica encontrada, cuyo importe total de los dos es casi como si de un implante más se tratase. Al fin y al cabo, son estos deseos o caprichos los que a menudo otorgan pequeños momentos de satisfacción en este mundo en el que vivimos.
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