Cuando acabé el último cuento y lo presenté a un concurso literario, de algún modo sentí algo de vacío en mi interior. Estaba ocioso, no me apetecía aún continuar con la novela que tengo entre manos. La ociosidad es algo que no me gusta y mis hijos seguían demandando cuentos por las noches. Les leemos algunos que tenemos en casa, otros sacados unos días de la biblioteca u otros que nos inventamos en el momento.
Mi mujer se había inventado un pequeño cuento de un caracol que mi hijo pequeño pedía a menudo tratando de postergar lo más posible la hora para ir a dormir, una vez los otros cuentos se habían quedado cerrados en la mesita de noche para otra ocasión y apagadas ya las luches.
Así que no lo dudé. Me puse manos a la obra y empecé este cuento. Estaba caliente, disponía de algo de material ya elaborado en el cuento anterior y que podría reutilizar. Me miré las bases de otro concurso al que inicialmente pretendía presentar mi cuento anterior. Finalmente lo había adaptado y enviado a otros concurso que tenía una fecha de entrega menor.
Disponía de un mes para crear un nuevo cuento adaptado a estas bases y como gran amante de los retos que soy, esta próxima fehca del cocurso se convirtió en una nueva motivación.
Ahora tengo un nuevo reto entre manos, un cuento del que según voy avanzando, voy sintiéndome especialmente satisfecho. Voy apurado de tiempo y quizá descuide un poco la publicación en esta bitácora. En los otros blogs que tengo entre manos, tengo ya programadas entradas suficientes para no tener que dedicarles tiempo, así que voy a continuar.
Le estoy cogiendo mucho “gustillo” a esto de dibujar los cuentos con el ordenador.
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