Estaba hablando hace unos días con un amigo sobre la educación de las hijas e hijos y las responsabilidades que implica. A menudo acudimos a escuelas de padres, leemos libros, nos preocupamos por elegir la escuela a la que van a ir, las amistades que tienen, los contenidos televisivos que ven; queremos que tengan lo que nosotros no pudimos tener o evitarles malas experiencias como aquellas que nosotros pudimos haber vivido… Todo para procurarles lo mejor y que así tengan un buen porvenir.
Entre la conversación, al fin y al cabo nos dábamos cuenta de la infinita cantidad de variables que no podemos controlar y que finalmente acaban haciendo que la descendencia tome un camino propio, más o menos condicionada por lo que nosotros pretendamos haber querido inculcarles o desear para nuestros hijos e hijas. Aunque repasando la influencia o aquello importante que podíamos haber adquirido de la educación recibida en casa, en nuestro caso tampoco había mucho más que pudiésemos reseñar que algunos valores.
Por ejemplo, de mi padre, aprendí a ser honrado y trabajador. Me inculcó que a menudo es mejor hacer las cosas por uno mismo que mandarlas hacer a otras personas. Y quizá esto mismo me ha llevado a aprender a hacer de todo sin necesitar prácticamente de nadie para buscar las soluciones a mis problemas o retos que yo mismo me he creado. También me inculcó el hábito de madrugar para ir juntos al trabajo y eso es algo que he mantenido muchos años después de dejar aquella fábrica en la que me introduje con él al mundo laboral.
De mi madre, aprendí a ser constante, fuerte y tener carácter para no dejarme pisar por nadie, resistiendo todas las adversidades que la vida me pudiese deparar. Aprendí también a ser ordenado y responsable. Igualmente me transmitió la inquietud de buscar una parte espiritual y preocuparme por las demás personas tratando de ayudar al prójimo. Con ello aprendí a valorar lo que se tiene, dando gracias por ello, dado lo efímero de este mundo.
Si rasco un poco más allá, indirectamente de ambos acabé aprendiendo a no cargar con la mochila del reproche; a pensar bastante antes de tomar decisiones y asumir las consecuencias de ellas; a pagar mis deudas con diligencia y controlar mis cuentas, a tener cuidado sobre en quién confiar y a ser directo y sincero…
¿Y tú? ¿Qué aprendiste de tus padres?
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