Tras una vida llena de sinsabores y con más penas que alegrías, llegó el momento del descanso. Todo queda atrás y se convierte en un recuerdo para quienes aún permanecen en el mundo de los vivos. Yo quiero recordarte así, como en esta foto.
Algunas personas quizá se sorprendan por lo rápido que tu vida se apagó, aunque quienes estuvimos ahí, sabemos que fue un proceso suficientemente largo, triste y doloroso, navegando en las aguas del olvido y la soledad que trajo tu demencia, cuyo diagnóstico llegó muy tarde y cerca del fin.
Nuestra relación no fue la mejor del mundo y tampoco hay ya nada que se pueda hacer. Fueron las circunstancias, prioridades, formas de ser o de ver la vida las que nos hicieron tomar caminos diferentes y ahora, una vez más, la distancia se ha hecho ya mayor y sin posibilidad de retroceso o enmienda alguna. He de confesar que me resulta extraño ver que pasan los días y aún me parece esperar una de tus habituales llamadas telefónicas, como si tu muerte hubiese sido un sueño.
Tal vez aún queda la esperanza de muchos mortales de reunirnos en un lugar mejor venciendo la temida muerte por la que todos pasaremos, aunque por mi parte, tampoco me aferro a esta idea ni espero nada más allá de esta vida.
Si hay algo al otro lado de la muerte, nadie lo sabe, aunque algunos se atrevan a imaginarlo, intuirlo o desearlo. Dijiste que te aparecerías y tras estos dos últimos meses después de tu partida, han sido pocos los sueños en los que te he visto. No sé qué habría pasado si hubiese visto tu espectro deambulando por mi alrededor. Solo espero que descanses ya de las penurias que te trajo la vida y si cabe herencia alguna, lejos del temor de acabar por una senda similar a la de la demencia, quizá solo me queda aspirar a tener tu fortaleza, que te mantuvo en pie frente a viento y marea.
También cabe la esperanza de tratar de unir la familia que tenemos entre tus amadas islas y la lejana tierra en la que nos diste la vida.
Ahora, según tu voluntad, tus cenizas yacen en la que considerabas tu tierra amada y de la que te separaron en tu infancia. Estás más cerca de tu familia, que desde que la encontraste, estuvo contigo al otro lado del teléfono separada por el Atlántico. Acaricia su brisa. Percibe su aroma. Desansa en paz.
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